"En la mente diferentes ideas, en las venas la misma sangre"

miércoles, 7 de mayo de 2008

ADIÓS AL ÚLTIMO DE LOS CONCILIADORES

Es un hecho de todos conocidos el papel de reconciliación en el ámbito familiar que desempeñaron en su momento diversos personajes a lo largo de nuestra historia conocida, es así como podemos fácilmente identificar en cada una de las generaciones familiares, una persona que fungió como negociador, apaciguador o pacificador entre los distintos núcleos familiares. Surgen evidentes los nombres de Juana y Manolo en las por nosotros llamadas primera y segunda generaciones familiares. Aún perduran en nuestras mentes y corazones las repetidas anécdotas de mi Abuela Juana, tales como cuando habiéndome “tumbado” una de mis franelas y entregado la misma a Pedro, Caribe o Cheminh nos decía en tono de reproche al ser descubierta “es que ellos no tiene quién les regale, y tu tienes a tu papá y tu mamá”, frase esta con la que nos desarmaba y hacía nos remordiera la conciencia, y de esta forma nos obligaba a permanecer silentes, o por otra parte la consabida frase de mi papá, minimizando una situación, cuando alguien manifestaba su descontento por algún comentario dicho con mala intención “te vas a poner a hacerle caso, mira que esas son locas, no le pares bola”.

Es así como en el transcurso del tiempo; inventando cosas, exagerando otras, dando consejos o apoyando simplemente, cumplieron con la misión, ahora me doy cuenta, de mantener unidos los finos lazos familiares, realizando no con pocas dificultades, el papel de preservar la frágil unidad familiar. La cual se vió siempre empañada por muchos fantasmas y situaciones del pasado, influenciados en todo momento por la consabida preferencia que mi abuela profesaba por mi tio Renán, heredada por reflejo hacia sus hijos, la cual generó no pocos inconvenientes en el transcurso del tiempo.

Es en este panorama, después de la muerte en un corto período de mi abuela (Juana) y posteriormente de mi papá (Manolo), en donde la unidad de la familia a mi parecer, se va perdiendo nuevamente, produciendo lentamente la dispersión del grupo familiar macro, llegando en algunos casos hasta el distanciamiento por problemas de naturaleza diversa, entre grupos de hermanos. Soy un convencido pleno, de que esta situación no se hubiese presentado, o al menos no con la magnitud que se presentó, si aún viviesen Juana y Manolo. Específicamente me parece, que el papel que hubiese desempeñado mi papá en acontecimientos recientes, hubiese sido preponderante y quizas otra muy diferente sería la situación actual, dada la ascendencia e influencia directa que él mantuvo siempre sobre alguno de los grupos familiares involucrados.

No es ni remotamente mi intención, la de recordar problemas pasados, ni venir a enderezar entuertos pendientes (“remover m…… asentadas, dijo alguien por ahí), es más bien la de recordar la situación familiar en que surge la convocatoria de Pedro Yumare a recuperar el contacto y tratar de mantener la unidad familiar que se había perdido, hecho este que cristaliza en la conformación del fondo de ayuda, la realización periódica de los por nosotros llamados reencuentros familiares, pero más importante aún: en la recuperación del contacto entre los distintos núcleos familiares, produciendo la interacción entre los miembros de las nuevas generaciones de la familia Herrera que de otra forma no hubiese existido. Es así como ahora mi hijo Jesús Manuel, en reiteradas oportunidades me ha preguntado ¿Este también es tio mío?, a lo que yo contesto “Si, pídale la bendición”, situación que al principio le extrañaba un poco, y que ahora acepta con completa normalidad, cosa que no puedo negar definitivamente me agrada mucho.

Nadie de la familia puede negar el esfuerzo que desarrolló Pedro Yumare, para recuperar el contacto entre los distintos grupos familiares, no fueron pocos los esfuerzos ni las “arrecheras” que se tuvo que tragar ante comentarios pesimistas y frases de desaliento, que en franca contraposición a su mentalidad idealista, se presentaron en el camino, pero también es innegable que los resultados están a la vista y que los logros pocos o muchos, que puedan existir, son definitivamente gracias a los esfuerzos entre otros, principalmente de Pedro Yumare, es por esta razón a mi entender, en que no dudo en denominarlo el último de los conciliadores familiares.

Como aprendizaje nos queda su ejemplo, y la obligación al menos por mi parte, de tratar de mantener, y de ser posible mejorar, lo que hasta ahora se ha logrado en la familia, potenciando lo positivo y deslastrándonos de lo negativo que haya surgido y que pueda surgir en el interin. Es hora pués, de mantenernos más unidos que nunca, enterrar los fantasmas del pasado que todavía permanecen, conciliar nuestras diferencias respetando las posiciones individuales en el entendido de que cada uno de nosotros cree firmemente en lo que está haciendo y representa, manteniéndonos a la espera del nuevo conciliador familiar que estoy seguro surgirá en las nuevas generaciones (ya existen varios candidatos).

Despidamos a Pedro Yumare, con la seguridad de que hizo todo lo posible para tratar de recuperar sus menguadas condiciones físicas, intentando el transplante que le pudiese restituir un nivel de vida normal. Aunque no soy ningún especialista en la materia, creo ante lo manifestado por los especialistas después de la operación y las condiciones presentes al final, que ya se había iniciado en el organismo de Pedro un proceso degenerativo similar al experimentado por mi papá, que iba a ir empeorando en forma rápida produciendo un deterioro acelerado de su calidad de vida. Compartí completamente su decisión de intentar el transplante, identificándome plenamente con lo que en algún momento me comentó en relación a esto: “prefiero morir de pie, a vivir de rodillas”. Hago un llamado a la familia a apoyar y mantenernos en contacto con Pedro Jonás y con mi comadre Náyades, quién en todo momento fue la fortaleza y punto de apoyo fundamental de Pedro, no imagino mejor forma de haber pasado sus últimos tres días consciente, que el haber compartido plenamente con Náyades en la bellísima ciudad que lo acogió tan efusivamente, Medellín. Recuerdo claramente algo que me dijo al hablar de ella, entre las tantas cosas que hablamos el día en que lo fui a llevar al Aeropuerto, “no dejaré de tratar de reparar el daño que le hice y aliviar el dolor que le causé, ella es la mujer que yo amo”.

Me despido, tu hermano,

El Negro

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